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Dreams hope, Drums dope – Nota de prensa

Dreams hope, Drums dope
CHEMA COBO

13 de diciembre de 2019 – 14 de febrero de 2020

Absurdo, apocalíptico, divertido y demoledor al mismo tiempo. Todo a partes iguales, y por encima de todo, hermético. Contradictorio y clarividente -permítaseme el oxímoron- tiñe su trabajo de cierto humor negro y perversión, un chiste fuera de lugar y sobre el que no sabemos si reír o callar. Siempre descoloca. Nos referimos a Chema Cobo, uno de los artistas españoles más irreverentes y ácratas. Integrante de la Nueva Figuración Madrileña de los 70, su trabajo –irónico, ácido y sobre todo libre de cualquier atadura– parte de presupuestos conceptuales, y utiliza la pintura, el dibujo y la escultura para canalizar sus intereses sobre la historia y las problemáticas de la representación. Su obra forma parte de museos y colecciones públicas como el CAAC Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla), el CAC Malaga, The Metropolitan Museum of Art (Nueva York), MNCARS Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia (Madrid) o Museum of Contemporary Art (Chicago), entre otros.

Lo grotesco, la crueldad de un sistema sin empatía, la hostilidad hacia la libertad, la identidad como suma de ficciones de un hipotético “yo” nos evoca directamente el universo del artista. Aquí sobre todo encontramos preguntas y dudas, pues no resuelve problemas… los crea. Ya hablaba Oscar Wilde de la sutil belleza de la duda y lo apasionante de ésta, y así parece entenderlo también Chema Cobo.

No se somete al procedimiento ni a la técnica, simplemente los utiliza a su antojo. Del mismo modo que se ha sentido siempre más cercano a bibliotecas que a museos, también ha estado más cercano al concepto que a la pintura, por eso no tenemos ante nosotros -aunque así lo parezca- a un “pintor-pintor”. Nos engaña, finge serlo. No es un pintor al uso, es un fingidor -idea que extrajo de Pessoa-, que finge ser pintor. La verdad es simple, la mentira creativa; quizás por eso Diógenes falsificaba monedas o quizás por eso el pintor es un fingidor y se disfraza como el camaleón, se camufla como el ventrílocuo, imita como el loro, te copia como el espejo… y elige al Joker como maestro de ceremonias. Un “loco” -quizás un alter ego- al que está permitido todo.

No vamos a desvelar ningún misterio, su obra es incómoda, tanto como una verdad que hiere, así que no pretendas que te seduzca. O no al menos en tu primera visita. Sus soluciones formales no están a la moda y su trabajo, lleno de trampas, es árido y quizás distante. Pero algo sucede cuando dejas de mirarlo, como por arte de magia las imágenes que habías visto vuelven a aparecer, una y otra vez. Y así, esa gran farsa, esa gran ilusión llamada pintura se presenta de nuevo ante nosotros cuando ya no está.

Fernando Sáez Pradas