Y P C M D L G
FRANCISCO PEINADO
Del 10 de mayo al 6 de septiembre de 2024
LA LUZ NEGRA DE FRANCISCO PEINADO
A veces se requiere toda una vida para aprender a pintar y a crear como un niño; no me refiero a la técnica, sino a la inocencia, a la libertad creadora: pienso en Van Gogh (Recogida del trigo, Palomitas), pienso en Picasso… Pienso, salvando las diferencias, en Francisco Peinado (Málaga, 1941). En 1952 emigra a Brasil junto a su familia. Y en 1963 regresa a España. Años más tarde vive en Colonia y luego en Madrid hasta finales del 76, cuando vuelve a Málaga. Ha expuesto en numerosos lugares de España, Europa, África, América del Norte y América del Sur. Su obra, que ha recibido múltiples reconocimientos, como el Premio Andalucía Artes Plásticas 1992, puede apreciarse en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o el MOMA de Nueva York, entre tantos.
Esta exposición en JMgalería reúne 27 piezas que abarcan poco más del último cuarto de siglo de su trayectoria creadora. Se trata sin duda de un artista con un mundo propio. Esto es fundamental en la modernidad. De lo contrario no podemos distinguir ni reconocer un estilo, una voz. El mundo de cualquier artista siempre deriva de eso que llamamos realidad. Pero no basta con una simple mímesis. Para eso ya está la fotografía. Es preciso reconfigurarlo. Se diría que bajo un expresionismo figurativo Peinado distorsiona la imagen de lo real para ensanchar su capacidad expresiva. Y lo hace con una serie de elementos reconocibles: un estilo naif (El lago azul, La ventana, Almendros con jazmín) no exento de espanto y esperpento (Cabeza, Restaurante el tigre) testimonio, ironía y crítica (La invasión, Gaza), una dimensión ritual, simbólica, erótica, onírica, autobiográfica y terapéutica (El nido, La terraza, Al levantar), y una paleta oscura, de una luz negra que paradójicamente afirma la vida.
Según Adorno sin lo feo no se puede comprender la historia de lo bello. Por eso el arte tiene en nuestra época el fin de mostrar lo deforme, lo desfigurado, lo rechazado. A diferencia de la belleza, que maquilla los desórdenes e injusticias del cosmos, en lo feo reposa la esperanza de una conciliación futura. Al contemplar La meada uno puede pensar en una grosería, pero antes bien lo interpreto como un acto de rebeldía y libertad, la libertad de no ceder ante tantas y tantas convenciones a las que estamos obligados socialmente. ¿Acaso la vida no es también oscura y fea? Esta es la luz negra del arte de Peinado con la que afirma la vida. Es el poder transformador del arte.
Sebastián Gámez Millán